Habíamos asistido a la agonía de nuestros pueblos. Nuestras gentes estaban sirviendo de pasto al desarrollo económico de los años 60 y principos de los 70, abandonando sus casas, sus familias, sus vecinos, sus modos de vida… Se iban de peones a Badalona o a Alemania, de operarios sin cualificación a Hospitalet, de porteros a Alicante o de camareros a Benidorm o a «Palmas». En el resto de la España rural pasaba lo mismo.
Era algo así como lo que describe Juan Rulfo en su novela Pedro Páramo: «Recuerdo días en que Comala se llenó de ‘adioses’ y hasta nos parecía cosa alegre ir a despedir a los que se iban. Y es que se iban con intenciones de volver. Nos dejaban encargadas sus cosas y su familia. Luego algunos mandaban por la familia aunque no por sus cosas».
Sucumbió una sociedad completa, una manera antigua de entender el mundo. Lo hizo además de una manera vergonzante. Nadie quería entonces ser de pueblo, era como un estigma. Avergonzaba manifestar las señas de identidad de los pueblos. Por el contrario, lo avanzado era comprar sofás de «skay», malchapurrear canciones en inglés-discoteca, llevar camisas horteras y sustituir los viejos muebles de la cocina por otros nuevos de formica. Las hijas de aquellos primeros que se fueron empezaban a venir de vacaciones en verano y nos enamoraban a muchos del pueblo.
No hago estas consideraciones desde la nostalgia. Aquel mundo rural tenía unas características sociales casi feudales, pero tenía al mismo tiempo una veracidad honda y una dignidad ejemplar en su sofocado sojuzgamiento.
Hacia fines de los 70, Jesús de Galera, de maestro en Barranda, pensó que era llegada la hora de dignificar el legado de la sociedad rural que acababa de fallecer sacrificada al implacable desarrollo industrial y urbano. Los Animeros de Caravaca ya estábamos también en esa idea. Se inventó entonces el «Festival Comarcal de Musica de Cuerda». De eso hace ahora 25 años. Hoy es la Fiesta de Las Cuadrillas de Barranda. Los Animeros de Caravaca tuvimos la suerte de estar allí desde entonces. Gracias por seguir invitándonos.
El valor simbólico, lo que algo representa para un colectivo humano, es muchas veces más importante que lo que la cosa en sí es materialmente. Por eso hago desde aquí un llamado para que no olvidemos los orígenes, el simbolismo de la Fiesta de las Cuadrillas de Barranda, el significado hondo de esa Fiesta que es justamente lo que la dignifica, huyendo de «folclorismos» fáciles al uso común en estos tiempos de «planitud y yanquipestilencia», en palabras del escritor Miguel Sánchez Robles.
Felicidades a todos en este 25 aniversario.